Algunos de los miembros de la Academia Aragonesa de Gastronomía en una reciente reunión en la Diputación Provincial de Zaragoza
Aragón tiene un carácter recio, fuerte y noble. Una personalidad que se refleja en sus pucheros, en las exigencias de los tiempos de dificultad y en la sutil exuberancia que su naturaleza aplica cuando las circunstancias vienen acompañadas de prolijos recursos. Somos una tierra acostumbrada a sobreponerse a la crudeza de su climatología, a los vientos, a las nieves, a las lluvias y al tórrido calor.
Si las sucesivas generaciones supieron escribir y guisar un recetario rico en ingenio para obrar el milagro de la manutención y el equilibrio nutricio, a las actuales que confluyen en este planeta que predica tanto la sostenibilidad como la dificulta nos compete la responsabilidad de enfrentarnos a un destructivo virus que amenaza no sólo con arrastrar vidas humanas por miles, sino además con arrebatarnos algunas de las señas de nuestra cultura. Símbolos y fortalezas reconocidos en todo el mundo porque nos otorgan nuestros rasgos de identidad hábilmente cincelados en el rico patrimonio de la historia y en la evolución que ha rebozado de placer nuestras experiencias gastronómicas.
Cada manifestación culinaria es un tributo obligado a los productores que, a su vez, han heredado la sabiduría de los hortelanos que derramaron sudor y lágrimas para regar los mejores cultivos, de los ganaderos que acariciaron las reses para impregnarlas de los mejores sabores y de las cualidades más salutíferas. Representa, además, una demostración de la curiosidad que deriva en observación de las tendencias y de los entornos, para edificar una cocina orgullosa de lo propio y sin renuncias a las virtuosas influencias del exterior, separado el grano de la paja, para nuestro bienestar y para nuestro placer.
Ese es el escenario del que podemos vanagloriarnos y que, hoy amenazado, apreciamos en tal dimensión que nuestro anhelo es recobrarlo, siempre bajo las prescripciones del bien supremo de la sanidad, para ganar terreno hacia el bienestar que nunca debimos perder. Es la mesa de encuentro que quiere contribuir a reconstruir con este mensaje la Academia Aragonesa de Gastronomía, elevada desde sus orígenes como garante de la autenticidad y motor del avance en la recuperación de las raíces, en la potenciación de lo autóctono y en la promoción de los profesiones que, todos juntos, han dibujado con su aprendizaje y desarrollo el más alto grado de progreso del sector de la hostelería y la restauración que jamás hayamos gozado. Historia, arte, ciencia, cultura.
LA MESA DE LAS CUATRO PATAS
En ese tablero del refectorio virtual al que invitamos a todos los aragoneses, nos dirigimos en primer término a la propia sociedad. En nuestras manos está preservar esa maravillosa atmósfera jovial de convivencia, en la que manifestamos lo mejor de cada uno, extraemos los sabrosos frutos de la conversación y del acuerdo, y damos forma a una singular e inalienable socialización frente a las querencias individualizadoras que asoman en la paradoja de la comunidad global ultratecnológica, con mayor alcance pero menor comunicación. Apoyar a los empresarios y profesionales nos reportará los más idóneos rendimientos para nuestra vida.
En la otra pata de la mesa, queremos situar a las administraciones. Apoyar a la gastronomía, dentro de todo el ámbito del turismo, la hostelería y la restauración, supone una inversión en la que la cicatería arrancará jirones de nuestra diferenciación y, por el contrario, la prodigalidad nos ayudará a reencontrarnos con lo mejor de nosotros.
En una tercera, deseamos invitar a toda la cadena de valor en torno a la gastronomía. A los productores sea cual sea su especialidad, a los distribuidores, a los comerciantes, a los proveedores de servicios turísticos, a los artesanos, a los transformadores, a los comunicadores, a los expertos en marcas… Es la hora de la cooperación y de la empatía, de entender las dificultades, de arrimar el hombro, de ser generosos sin necesidad de abandonar la exigencia, de pensar en nuestros intereses asociados a los de los demás, de compartir los sueños y, como esgrime la campaña institucional, dejar para otros tiempos los secretos.
En el cuarto soporte, los profesionales de la gastronomía. Los cocineros, el servicio de sala, el de limpieza, los auxiliares y los externalizados. Os enfrentáis a un panorama que quizás, por exigente y hasta ingrato, os parezca hostil. Nada de eso. Sonreíd a la adversidad, porque la firmeza de las convicciones derriba todas las barreras. Entregad, como sabéis, discreta y sabiamente los resultados de los arcanos intangibles de vuestra excelencia en el oficio. Y sed conscientes de que, en vuestras manos, está el destino de un rasgo sustantivo de nuestro ser, de nuestra realidad como pueblo, de nuestra cultura, de nuestra obligación de preservar la integridad de nuestra historia, de nuestros afanes de crecer con una gastronomía social, saludable y sostenible.
En medio de la mesa sustentada en estos pilares, está llamado a ser servido el plato de la felicidad y del futuro, de nuestro estilo de vida irrenunciable. La Academia Aragonesa de Gastronomía se compromete a servirlo con la responsabilidad que asumió hace más de un cuarto de siglo en una coyuntura que demanda la manifestación del carácter valeroso, sabio y bondadoso que acompaña a lo largo de los siglos la ejecutoria de una unidad de destino: Aragón.
«Foto de familia» de los algunos de los miembros de la Academia Aragonesa de Gastronomía, realizada el pasado año. (Foto: Almozara)