Se ha celebrado en el recién inaugurado comedor privado del restaurante Los Cabezudos de Zaragoza, una interesantísima cata de las cuatro únicas añadas de uno de los grandes vinos blancos de este país, el ENATE UNO (C.R.D.O. Somontano). El precio por botella supera los 300 euros.
En realidad fue una reunión “informal” de ocho catadores con criterio reunidos en torna a una mesa en la cual se maridaron estas cuatro añadas con otros tantos platos que luego enumeraremos.
Convocados por Óscar Valenzuela, director comercial de Bodegas Enate, con quien habíamos convenido hace unas semanas unirnos junto con otros periodistas gastronómicos, para comprobar el estado y la evolución de todas las añadas que han salido o saldrán al mercado de Enate Uno.
Carlos Ayora, uno de los ocho privilegiados asistentes y gerente de Los Cabezudos, nos preparó un menú degustación acorde a los vinos con los que habían de saborear los diferentes productos:
El caviar Gold Persé de Pirynea y sendos tacos de salmón de Noruega y atún rojo acompañaron el Enate Uno 2012, una añada que presumiblemente no saldrá al mercado hasta finales del presente año. El Enate Uno 2011 regó un exquisito bogavante del Cantábrico, el 2006, acompañó a unas colmenillas rellenas de foie con salsa de trufa negra, mientras que el 2003 se emparejó con rabo de toro de lidia. La cena finalizó con unas tejas y bombones.
El vino más apetecible fue el de la añada vigente, 2011, que sería el estilo de vino que se adecuaría a la filosofía con que el enólogo de Enate, Jesús Artajona, creó esta referencia ‘top’ de la bodega, que sólo sale al mercado en añadas excelentes.
Al igual que el de 2012, la complejidad y la elegancia marcaron la evolución olfativa y gustativa del vino en la copa, pasando, sucesivamente, por momentos más frutales al principio, toques lácteos y referencias pasteleras, mieles o frutos secos. En la boca, desplegaron un volumen y una amplitud espectaculares, dejando un postgusto formidable. La acidez aportaba frescura de sobras para dejar en segundo plano los casi 16 grados alcohólicos que registra este vino, que pasa al menos 16 meses en barricas de roble.
El 2006, curiosamente, presentó un color más evolucionado que el 2003, aunque en nariz le ganó en potencia y complejidad. La acidez permanece intacta por lo que aún les queda vida, sobre todo al 2006, aunque ya quedan muy pocas botellas. En resumen, un gran vino que ha ido a más y en el que las diferencias de cada cosecha marcan la añada.
Fotos: Eduardo Bueso