Este fin de semana de tórridas temperaturas, viajamos hacia el norte en busca de un clima más benigno. Lo hacemos al hotel Iriarte Jauregia.
Jauregui, vocablo vasco, se traduce al castellano como palacio. Así, el Palacio de Iriarte (Iriarte Jauregia), construido en el siglo XVII, es desde 2009 un reluciente hotel de cuatro estrellas situado a ocho kilómetros de la nacional que conecta Madrid con Irún, en Bidania – Bidegoian, muy cerca de Tolosa.
El palacio Iriarte lleva siglos unido a la historia de Bidania. La que fuera la primera edificación de la localidad se cree que data de antes del año 1600. Así como la casa Iriarte, sus ocupantes también han sido protagonistas de la historia de su pueblo En 1997, los sobrinos de Lizasoain (propietarios de este palacio desde mediados del siglo XX) vendieron la casa a los Muñoa, familia con arraigo histórico en esta localidad. Entre 1997 y 2008, el Palacio Iriarte se utilizó como finca de uso privado.
El robusto armazón de piedra con cubierta de teja y blasón en el frente, sobre la hilera de balcones, se asienta sobre una llanura de la que aprovecha siete mil metros cuadrados de espacio ajardinado, provistos de árboles centenarios dentro de los límites de la finca. Al otro lado del muro de piedra, un puñado de caseríos y el paisaje de bosques y montañas propios del interior de la provincia.
De noche, un vistoso juego de luces ilumina fachada y jardín. Un pórtico acristalado de tres arcos conduce a la entrada principal, empedrada, y de ésta al atrio columnado, justo antes de pasar por recepción. Desde ella se advierte el resultado de la rehabilitación, respetuosa, pero también algo intervencionista para airear el paso del tiempo. Los salones nobles y señoriales, y el recorrido por las zonas comunes, no saben a rancio, muy al contrario, en ellos priman la luminosidad y la exhibición de contadas piezas de anticuario, seleccionadas para no empalagar, combinadas con recursos resueltos con materiales actuales como el cristal o el hierro. Eso sí, no falta una buena chimenea de piedra, cálidas alfombras, piso de madera crujiente… En la biblioteca, maderas nobles, lámparas de cristal, espejos y cuadros de marcos dorados.
En las habitaciones se siente el peso de la historia, pero se enjuaga con colores neutros, texturas más contemporáneas o cuartos de baño transparentes. Algunas exhiben camas con dosel vaporoso, otras con tremendo baldaquino de madera labrada. Unas forran sus paredes con papel, otras las pintan de color salmón. Unas son clásicas, otras más modernas con líneas rectas y vistas muy presentes al entorno exterior. En casi todas se deja ver la viguería de los techos, sobre todo las buhardillas. La suite, de 75 metros cuadrados, ocupa las antiguas dependencias de los señores del palacio.
El desayuno es impecable en cuanto a productos y hechuras, servido en el comedor principal de la mansión, junto al salón de lectura. También ofrecen cenas en su restaurante denominado Bailara, acompañadas por una equilibrada carta de vinos.
Fotos: Eduardo Bueso