Como ya anticipé a los lectores, recientemente he editado un libro que le di el nombre de “Juegos Palabrares”. Dada su limitada edición, prácticamente no poseo más ejemplares. Como han sido muchos los que no lo han podido conseguir, a expensas de que realice una segunda edición, cada semana subiré un capítulo a este magazine de Lugares con Estrella.
Aquí adjunto el capítulo 7 de un total de 11.
Hoy lo dedico a un gran amigo que se fue esta semana: Juan Carlos Ballesteros (propietario y fundador del restaurante El Puerto de Santa María, de Zaragoza). D.E.P.
Espero que les resulte agradable su lectura.
Al viticultor, los años de escasa cosecha, se le ponía muy mala uva.
En la construcción de la sauna municipal, el alcalde colocó la primera madera.
Al caer la tarde, el firmamento se vistió con traje de noche de lunares.
El cocinero del restaurante de cocina india se fue curryendo.
Algunos comensales en los restaurantes, más que leer la carta, parece que se la estén aprendiendo de memoria.
Hizo de tripas corazón, para que lo operase del intestino su amigo cardiólogo.
El precio del telescopio resultó ser astronómico.
El costo del cursillo para navegación en globo se puso por las nubes. Sin embargo el de las avionetas cayó en picado.
El asunto de la construcción del submarino fue estudiado en profundidad.
En la ferretería se acabaron los tornillos sin fin.
Las saetas de los relojes, a las seis y media se ponen firmes.
En la tienda de ordenadores estaba todo revuelto.
Los radiadores parecen esqueletos de animales prehistóricos de compañía.
En Navidad… “La compañía de Sanitarios Roca les desea un Feliz Baño Nuevo”.
El falso golfista resultó ser un auténtico golfo.
En aquella clínica los analistas tenían muy mala sangre.
Las nubes blancas son los pensamientos de los ángeles.
Las aceitunas tienen muy poca cabeza.
Se le paró el móvil.
Los tambores poseen el espíritu del trueno.
El alcanfor huele a Siglo XIX.
El viento siempre tiene prisa.
La niebla se inventó en los tiempos del cine en blanco y negro.
El azufre contiene átomos del demonio.
¡Coche¡… ¡Siga a ese taxi¡
El óptico tenía muy mal ojo para los negocios.
¡Qué estrecho está esto¡ – dijo Gibraltar –
Al ser atacado por un enorme cefalópodo, el corazón del submarinista sufrió fuertes pulpitaciones.
Nada más terminar de leer la radio se puso a oír el periódico.
¡Two¡… ¿Yo?
Las tiendas, al anochecer cierran los párpados de sus persianas para dormir profundamente.
Los pájaros huyen permanentemente de sí mismos.
Los armiños siempre están preparados para ir de fiesta.
Los voluntarios de la cruz roja realizaron las plantaciones de algodón.
Aquel sobre mal cerrado dejaba escapar secretos dentro de aquel curioso buzón.
A la bombilla se le encendió una idea.
El viejo reloj, cansado de dar la hora durante toda su vida, no pudo levantar más sus saetas al señalar las seis y media.
El farmacéutico regaba con alcohol su pequeño huerto de algodón.
Los gorros blancos de los cocineros no son más que sus ideas gastronómicas, mezcladas con nata montada.
Como se retrasó el doctor se impacientó el paciente.
Los donuts son las coronas que llevan sobre sus cabezas los ángeles de los roscones.
En cuanto se quedó sordo al concejal lo nombraron “teniente” – alcalde.
Los chistes que contaba el electricista tenían mucha “chispa”.
A la pastilla de analgésico le dolía la cabeza.
Fabricaron boinas blancas para canosos.
Los globos son como las ilusiones. Se desinflan con mucha facilidad.
Mientras esperaba a la policía, el guardabosques destruyó todas las pistas forestales.
El asesino le extrajo el puñal para quitar hierro al asunto.
El entrenador sustituyó al guardameta por un portero automático.
La luna es una mirilla por la que, de cuando en cuando, se asoma el ojo de Dios para vigilarnos.
Para ganar tiempo al tiempo, nada más comenzar el año se compró dos calendarios.
Texto: Eduardo Bueso (copyright). Prohibida su reproducción total o parcial.