Portada del libro
Este invierno he decidido escribir y editar mi tercer libro. El esfuerzo de más de diez años de trabajo, tenía ilusión de plasmarlo en unas páginas… y lo he logrado. Todo tiene una pega: la edición se ha terminado; no queda ni un libro… pensaré en reeditarlo.
Las críticas (buenas o menos buenas) me encantan. Y en este caso, José Luis Solanilla ha publicado un artículo en la sección de “Artes & Letras” del Heraldo de Aragón, que agradezco. Además la crítica ha sido muy buena. Mejor.
Es éste:
Juegos Palabrares. Eduardo Bueso. Zaragoza, diciembre de 2019. 75 páginas. Portada y dibujos de Blanca Portolés.
Eduardo Bueso es un hombre polifacético muy conocido por su actividad como gastrónomo: es miembro de la Academia Aragonesa de Gastronomía, editor y director del magazine digital ‘Lugares con Estrella’ -por el que fue nominado para el Premio Nacional de Gastronomía, en el apartado de publicación periódica digital, el año pasado-, y autor de los libros ‘50 Mesas con Sabor en Zaragoza y provincia’ y ‘Mesas de Zaragoza 2007’ (editado en español, inglés y japonés para la Expo Zaragoza 2008).
Es también un amante del arte en sus diversas facetas y se confiesa apasionado del surrealismo. Desde pintores como Dalí, Picasso, Miró, Magritte; cineastas como Buñuel o Berlanga; artistas, en sentido amplio, como Joan Brossa; fotógrafos como Chema Madoz o Jacques Henri Lartigue; hasta escritores como André Breton y Ramón Gómez de la Serna y sus greguerías. Y de los ‘Aerolitos’ del poeta iconoclasta Carlos Edmundo de Ory extrajo un reto personal, según dice: «Crear mis propias definiciones y pensamientos, siempre bajo las premisas del surrealismo y humor, a poder ser inteligente, sin otro ánimo que el de plasmar en una hoja en blanco esas ocurrencias».
Esa pasión por este mundo de «ilusión literaria» se concretó, a lo largo de los años, en unas 1.500 frases y definiciones, de las que ahora recopila la mitad en el libro ‘Juegos Palabrares’, título que eligió por tratarse de juegos de palabras. Se inicia con un breve diccionario, cuya primera definición es «Acento: cachete dado con cariño en las cabezas de las letras más revoltosas», y que contiene otras tan ocurrentes como: «Agua: vino sumamente adulterado», «Catautor: catador de vinos-protesta» o «Yo-yo: juego de egoístas».
Los siguientes cuatro capítulos agrupan frases surgidas de su magín durante todos estos años. Algunas ingeniosas, como «Se enamoró de una india. Fue un flechazo» o «Las pompas de jabón son galaxias de nuestra infancia». Otras que hacen sonreír, como «El motor de la furgoneta de la prisión nunca tenía fugas de aceite». Y otras que invitan a la reflexión: «Era feliz pero desgraciadamente no lo sabía».