Imagen realizada desde una habitación del Hôtel du Palais (Biarrtiz). Foto: E. B.
Desde San Sebastián
Por Mikel Corcuera
Premio Nacional de Gastronomía
Los vascos, hoy nos creemos (a veces), el ombligo del mundo gastronómico. Pero no siempre fue así. Porque hasta bien entrado el siglo XIX no han sido muy generosos con nuestra tierra vasca en sus aspectos alimenticios y culinarios, los viajeros procedentes de Europa que ocasionalmente nos visitaron. Y es que, nuestra cocina de siglos pasados fue realmente pobre, de pura subsistencia. Hasta la llegada del ferrocarril (del maquinismo y de la revolución industrial), no pusimos nuestros relojes en hora europea.
Así el peregrino Aymeric Picaud en el “Codex Calixtinus” del año 1148, a su paso por Bayona lanza estos “piropos”… “Este país habla un lenguaje bárbaro, es selvoso, montañoso, carece de pan, vino y demás elementos materiales… pero está provisto de manzanos, garbanzos y leche”.
Mucho más tarde son positivas las palabras de otro viajero gastrónomo, el gran escritor Alejandro Dumas que recuerda su paso por Tolosa (por entonces capital de Guipúzcoa), el 6 de Octubre de 1846, con estas palabras: “Aquella misma noche tomaron una diligencia y al amanecer llegaron a Tolosa… al llegar, el postillón paró y les dijo que bajasen a desayunar. Entramos en una especie de posada donde tomamos chocolate, que era excelente, y se acompañó junto a cinco vasos de agua con una especie de panecillos blancos, que nos eran desconocidos, que se disolvían en el agua y la hacían mas dulce y perfumada”.
Dumas se refería en este caso al refresco vasco por excelencia del siglo XIX y comienzos del XX: los bolados de azúcar. Muy similares a los azucarillos madrileños, aquellos que pregonaban los vendedores ambulantes, ya que se vendían en los puestos callejeros de los aguadores, llamados aguaduchos, donde se anunciaban al grito de: «Agua, azucarillos y aguardiente». Como la popular zarzuela homónima de Federico Chueca, estrenada en el teatro Apolo de Madrid el 23 de junio de 1897. Vamos, ayer…
Texto: Mikel Corcuera. Fotos: Eduardo Bueso. Texto y fotos: copyright.
Imagen tomada al atardecer de una escultura en homenaje a los pescadores vascos. Foto: E. B.