Imagen de la barra y nuestra mesa a la izquierda
En la vida de un gourmand, es decir en “cristiano”, del que ama la buena cocina, el correcto servicio, y no por ello el más exclusivo, ni por supuesto el más caro, de cuando en cuando se topa con algún que otro de esos establecimientos que una vez aposentado ya piensas… ¿por qué habré venido aquí?
Como editor de esta página, pocas veces me encuentro en esta situación, pero como de todo hay que dar información, en esta ocasión tengo que asimilar que todavía existen restaurantes que te defraudan. Al menos a mí.
Quizás no haya sido el día apropiado (7 de enero, festivo en Zaragoza, tras unos días de muchas vacaciones y todo “a tope”), pero, como tengo la opinión de que los profesionales deben de serlo… y si no es así, pueden optar por dedicarse a otro oficio.
Hoy he “almorzado” (entre comillas) en el restaurante Calanova, en pleno centro de Zaragoza. Un establecimiento bien montado, en el que ofrecen menú, carta y creatividad… “twist & tonics” (según indica Google).
Tomate
Dado que los arroces son los que nos habían aconsejado nuestros amigos… (amigos hasta ahora… es broma), nos hemos decantado por el “Menú arroz” de 30 Euros, sin mantel, con una copa de vino per cápita. Tres entrantes “a compartir”, en el que solo hemos tomado un insípido tomate de temporada… ¿son apropiados para un menú de enero los tomates?… (espero respuestas), una alcachofa (por comensal) y una brandada de bacalao (lo mejor del menú).
Alcachofas (una por persona)
Brandada de bacalao
Tras estos platos hemos “degustado” también entre comillas (que no comidas) un arroz “del señorito”. El arroz estaba más que correcto, dada la calidad del producto y de su punto… si lo hubiésemos encontrado, ya que los calamares y las gambas (no quiero introducirme en arenas movedizas sobre el origen o calidad de ambos productos). Por el precio deduzco que eran (recién traídos del Cantábrico los primeros y “frescas” de Huelva las segundas); el sabor… no lo he reconocido…
Arroz «del señorito»
Postre bastante bueno: torrijas caramelizadas (de un espesor del doble del aconsejado) y un helado. Ojalá hubiese sido así todo menú.
Aquí no acaba “la cosa”: la música (de radio) sonaba a un volumen de discoteca. Hemos reclamado tres veces para que bajasen el volumen… y pese a decirnos que ya estaba bajo… era imposible llevar una conversación. No quisiera opinar más en contra. Solamente diré que hacía frío… mucho frío, pero con el calor humano, se ha templado el ambiente.
Algo a destacar; no todo va a ser malo: el servicio. Han hecho lo que buenamente han podido. Amables. Incluso me han sacado la cuenta (la había solicitado para irme pronto) antes que el postre.
El precio. En este apartado no voy a opinar. Prefiero que lo hagan mis lectores. Adjunto la cuenta.
Texto y foto: Eduardo Bueso (copyright)