Nécoras preparadas sobre una bandeja del Claridge´s Hotel de Londres (Barrio de Mayfair) fechada en 1960, adquirida en un anticuario de París. (Foto: Eduardo Bueso)
Aunque lo ideal es tomarlas en un buen restaurante, hoy me decido a preparar nécoras cocidas. Uno de los “platos” más fáciles de realizar.
Deben de servirse templadas, por lo que encargarlas cocidas en la marisquería (a no ser que esté muy cerca de nuestra casa) no es una buena opción.
Para que no sufra el animal, en nuestra casa las metemos en el congelador una hora antes (muerte dulce)… o las dejamos en agua templada media hora, tiempo suficiente para que fallezcan sin pena ni gloria.
Las nécoras cociendo en una olla con abundante sal y unas hojas de laurel (Foto: E. B.)
En una olla de tamaño medio / grande echar dos o tres cucharadas de sal marina y varias hojas de laurel.
Una vez que comience a hervir, introducir las nécoras con unas pinzas ya que (si todavía están vivas) tienen gran habilidad para utilizar sus pinzas y además puede saltar el agua hirviendo.
Dependiendo del tamaño de la nécora y los gustos del comensal (a mí me gustan ligeramente hechas), hay que mantenerlas en la olla de 10 a 15 minutos.
Sacarlas (de nuevo con las pinzas) y dejarlas templar.
Las nécoras, ya cocidas (Foto: E. B.)
Aconsejo abrirlas y prepararlas con guantes de cocina, ya que es un trabajo “duro” (entre comillas, aclaro). Servir sin dilación para que no se enfríen. Utilizar cubiertos de marisco.
Para acompañarlas, lo mejor es un vino blanco, un cava o… si se puede, un buen champagne. Eso sí, cualquiera de los tres mencionados, muy fríos.
Texto y fotos: Eduardo Bueso (copyright, texto y fotos)
Las nécoras abiertas y listas para comer con útiles de marisco (pinzas, etc.). En esta ocasión están servidas en una bandeja suiza (de Langenthal), de 1919, adquirida en un anticuario de Nueva York. (Foto: Eduardo Bueso)