Entrada al Château de Brindos (cerca de Biarritz). En su restaurante, a orillas del lago, se pueden degustar varias preparaciones de pato. (Foto: E. B.)
Desde San Sebastián
Por Mikel Corcuera
Premio Nacional de Gastronomía
Decía Brillant Savarín que: “La volatería es para la cocina lo que el lienzo para los pintores y para los charlatanes el sombrero de Fortunato”. (Fortunato era el protagonista de un cuento europeo muy popular antaño y que tenía un gorro que cuando se lo ponía se cumplían sus deseos). “Nos la sirven cocida, asada, frita, fría o caliente, entera o por partes, con salsa o sin ella, deshuesada, desollada, rellena… Y siempre con el mismo éxito”. Estas certeras palabras del insigne gastrónomo francés, no sólo son extensibles al pato, sino condensa todas las virtudes de las aves, siendo de una versatilidad asombrosa.
El pato tanto doméstico como salvaje a nadie le puede negar sus cualidades gastronómicas. Hay dos recetas gloriosas de pato a nivel europeo que son, el pato a la prensa, creada a principios del siglo XIX por un restaurador de Rouen llamado Méchenet, que adquirió la gloria hacia 1890 en el restaurante parisino de La Tour D´Argent, cuando el cocinero Fréderick se hizo cargo de ésta casa, numerando todos los patos a la prensa que se servían en su restaurante, convirtiéndose en su máxima especialidad. Por señalar un caso, hay que decir que Charles Chaplin comió en éste mítico restaurante el pato a la prensa número: 253.652.
Pato en el Château de Brindos. (Foto E. B.)
Más antigua que ésta preparación es sin duda, la que ha alcanzado la máxima divulgación en la cocina internacional. Se trata del pato a la naranja. Sin duda, lo que hoy se ofrece con este nombre poco o nada tiene que ver con la receta originaria, en la que se empleaba pato salvaje y las naranjas amargas llamadas en francés: bigarades. Inicialmente era un plato más rotundo como son los platos de caza. Ya en el siglo XVIII introducido en la alta cocina se prepara de forma más suave y ligera que la primitiva.
Patos de cerámica en uno de los salones del Château de Brindos. (Foto: E. B.)
Como curiosidad cabe reseñar una versión hispánica, más en concreto galaica El pato a la naranja al estilo de Ribadeo. Incluso hay algún prestigioso autor, como Néstor Luján, que llegó a afirmar- -con algo de osadía- que el origen del pato a la naranja no es francés sino gallego. Con esta fórmula, que fue antaño famosa en las casas burguesas de la citada población lucense, intuyo que por dos razones. Por la existencia de muchos ánades en esta ría fronteriza con Asturias y porque antiguamente existían en esa zona numerosos naranjales (de naranjas amargas). Lo más curioso de esta receta gallega es que se empleaba, en lugar de orujo, un histórico y afamado aguardiente, Kümmel, (licor dulce y transparente condimentado con comino, hinojo y semillas de alcaravea) procedente de Allasch, (cerca de Riga,) perteneciente a la actual República de Letonia. La explicación no es otra de la intensa actividad comercial que existió entre los puertos de Ribadeo y el letón de Riga.
Texto: Mikel Corcuera. Fotos: Eduardo Bueso (copyright)
Bordado en cortina del restaurante del Château de Brindos (Foto: E. B.)