
Iriarte Jauregia Hotel (Foto: Eduardo Bueso)
La semana pasada realizamos una escapada a la provincia de Guipúzcoa. Nuestra misión: descansar, disfrutar y comer bien.
Comenzamos por un hotel que nos encanta: Iriarte Jauregia situado en las montañas de Bidania. Jauregui, vocablo vasco, se traduce al castellano como palacio. Así, el Palacio de Iriarte, construido en el siglo XVII, es desde 2009 un reluciente hotel de cuatro estrellas situado a ocho kilómetros de la nacional que conecta Madrid con Irún, en Bidania, muy cerca de Tolosa.

Bistrot del Iriarte Jauregia (Foto: Eduardo Bueso)
Es un remanso de paz. Se trata de un hotel, restaurado con mimo y elegancia en cada rincón. Para cenar nos quedamos en el Bistrot del propio hotel, bajo la dirección del Chef Enrique Fleischmann. La cena resultó muy agradable, de la que resaltaría un exquisito solomillo.

Magnífico solomillo servido en el bistrot del Iriarte Jauregia (Foto: Eduardo Bueso)
Por la mañana el desayuno se puede tomar en el comedor o bien en el césped, al aire libre, con las espectaculares vistas de los caseríos que lo rodean y el siempre verde de sus cercanas montañas.

Entorno del Iriarte Jauregia (Foto: E. B.)
Pero nuestro destino estaba en Zarauz/Zarautz, en plena Costa Vasca. En los numerosos viajes que hemos realizado a esa zona siempre teníamos como “base” al Hotel Iturregi en Guetaria/Getaria.

Foto de archivo del Hotel Iturregi de Guetaria (Foto: Eduardo Bueso)
Al cambiar de villa, decidimos ir al Hotel Arguiñano.

Karlos Arguiñano (Foto: Eduardo Bueso)
Lo primero que nos sorprendió fue la amabilidad de todos los empleados. Un punto más de la excelencia de trato. Incluso para ir al parking privado nos dirigió la Srta. Lourdes (no conozco su apellido), todo profesionalidad y ganas de agradar.
El hotel, sin grandes lujos, resulta muy agradable, acogedor y “casero”; nada de la frialdad de otros establecimientos de “postín”. La habitación (107) posee una terraza gigante con vistas a la playa y al Cantábrico, que casi se puede tocar con la palma de la mano. En resumen: muy recomendable.

Terraza de la habitación Nº 107 (Foto: Eduardo Bueso)
A la hora de comer nos desplazamos al cercano pueblo de Zumaya/Zumaia. Destino: Asador Bedua, uno de los mejores sitios para comer muy bien en el País Vasco.

Barca del Asador Bedua (Foto: Eduardo Bueso)
En este lugar se grabó la película “Ocho apellidos vascos” (el comedor del Bedua sirvió para rodar una de las más graciosas escenas).
Recordamos la conversación mantenida en el film, entre el camarero y Dani Rovira:
“Pues hoy tenemos alubias, ensalada mixta, pimientos rellenos de txangurro, croquetas de bacalao, revueltito de hongos, chipirones en su tinta, cogote de merluza y chuletón de buey. Yo los chipirones (respondió Rovira). Mientras, el camarero le replica: no es para elegir, es lo que viene con el menú. Aquí se come lo que hay”.
Nada más llegar, tomamos un taxacoli (servido en copa, a la temperatura que nos gusta… muy frío). Lo degustamos en un espacio al aire libre situado entre el comedor principal, de una autenticidad rústica y la luminosa terraza acristalada junto al río.
Pasamos a comer. La carta es extensa… y lo que más importa, casi todos los platos nos resultaron atractivos… un problema a la hora de elegir. ¿Por qué hay cartas que casi no apetece ningún plato y otras que atraen todos?
Nos decantamos por medias raciones. Comenzamos con unas cigalas rebozadas (“de 10”), seguimos con media ración de habas de temporada con su correspondiente yema de huevo y… aprovechando que tienen huerta propia, otra media ensalada de tomate.

Habas de temporada con yema de huevo (Foto: Eduardo Bueso)
Como plato principal dudamos entre: besugo, virrey, rape, rodaballo, cocochas, taco de merluza (todos a la parrilla) o bacalao frito con pimientos… pero caímos en la tentación de la carne (bendita tentación) de un txuletón premium de vaca vieja a la parrilla. Mientras esto escribo, me encantaría tele-transportarme y tomarme otro. Culminamos con un postre: leche frita (perfecta/impecable) con natilla fina y helado de avellana. El vino fue un «Campillo Colección (R) 2018”.

Campillo Colección (R) «2018”
No toda va a ser perfecto. A la hora de la cuenta tuvieron un error al incluir otro postre de más y un café (sin comerlo ni beberlo). Reclamamos y amablemente nos devolvieron la diferencia. No tendría importancia si no fuese porque en nuestra anterior visita nos ocurrió algo parecido. No quiero pensar que lo hagan adrede (Dios me libre)… pero, aviso a navegantes.
CONTINUARÁ (Mañana)
Texto y fotos: Eduardo Bueso (copyright)
Imagen de la puesta de sol desde cerca del Hotel Karlos Arguiñano. Al fondo Guetaria y su célebre ratón (Foto: Eduardo Bueso)


