Como ya anticipé a los lectores, recientemente he editado un libro que le di el nombre de “Juegos Palabrares”. Dada su limitada edición, prácticamente no poseo más ejemplares. Como han sido muchos los que no lo han podido conseguir, a expensas de que realice una segunda edición, cada semana subiré un capítulo a este magazine de Lugares con Estrella.
Aquí adjunto el capítulo 3 de un total de 11.
Espero que les resulte agradable su lectura.
Dijo que sí, pensando como siempre que no.
Los agnósticos tienen roto el espejo del alma.
Lo compró tan satisfecho como si lo hubiese vendido.
Por una letra el seis no es capicúa.
Escribió sus memorias para poder olvidarse de ellas.
Regresó al lugar del crimen para cometer el asesinato.
Era una máquina tan perfecta que acabó estropeándose.
El enfermo estaba tan sano que nada más llegar el doctor se murió.
Tenía tanta prisa que siempre llegaba tarde.
La luna me guiñó un ojo… ¿O no era a mí?
Soñé que viajaba a una lejana galaxia, y desde entonces aquí vivo.
Baile de cometas. Danza mágica de chispas. Aquelarre de fuegos artificiales para el regocijo del firmamento.
Cerró la celda de la prisión por dentro, y no pudieron huir sus guardianes.
Comenzó a leer la novela por el último capítulo, pero tuvo que llegar al prólogo para averiguar quién fue el asesino.
Pese a ir a toda velocidad siempre le precedía su mala sombra.
La víctima se declaró inocente, ganando el juicio a título póstumo.
¿Quién nunca se olvida de encender la luna todas las noches?
El acordeón lloraba sin cesar, por carecer de piernas para moverlas al ritmo de su música.
El piano levantó su tapa, y sonrió enseñando sus dientes alegremente.
A pesar de pincharse con sus espinas, los claveles se fueron “de rositas”.
Los soldados mezclaron su munición con algunas balas de fogueo, para que pareciese que actuaban en misión humanitaria.
Grapé una pareja de folios, y a los nueve meses tuvieron una octavilla de hojas azules.
El asesino se ensañó con su víctima con la mayor sensatez y educación en todo momento.
El pobre bicho se comportó como un animal.
Se fue de su casa para echarla de menos.
El triunfo mereció la pena de los vencidos.
Se examinó el boniato y le pusieron un cero patatero.
Lo fusilaron respetándole hasta el último de sus derechos humanos.
El acordeón engulle dentro de su fuelle las notas musicales que emite.
¿Te ayudo? Dijo en cuanto se quedó solo.
El efecto óptico hizo que lo viese tal y como era realmente.
El reloj siempre da las horas que no necesita para su propio consumo.
Tanto se arrepintió que lo volvería a hacer ahora mismo.
El buzo se despojó de su indumentaria, quitándose un buen peso de encima.
Se compró el último modelo para venderlo en su vejez a un anticuario.
Nada más esposar a los asaltantes, no tuvieron más remedio que casarse.
Indignado, el director del hotel solicitó el libro de reclamaciones del cliente.
¿Por qué los perros japoneses no tienen los ojos oblicuos?
Las ovejas en verano son como perros laneros esquilados.
Los ingleses son rubios de tanto beber cerveza.
El reloj de sol tiene un defecto: no es sumergible.
El cielo en noche de luna nueva es como un pueblo pobre: muchas luces pero poco potentes.
El tiempo es como un taxista en día de lluvia. Lo queremos parar, pero se empeña en no hacernos caso.
La luna llena es una señal de “prohibido circular” por el cosmos.
Los extremos se tocan. Los extremistas se llegan a pegar.
Una vez sobornado, el paraguas dejaba pasar la lluvia sin ningún problema.
Texto: Eduardo Bueso (copyright). Prohibida su reproducción total o parcial.