NOVELAS POR MELONES

Balcón con vistas. Hôtel du Palais de Biarritz. Foto: E. B. (copyright)

Desde San Sebastián

Por Mikel Corcuera

Premio Nacional de Gastronomía

El melón tiene históricamente labrada una mala fama por sus numerosos detractores.

Se le achaca ser causa directa de la muerte, por indigestión,  del Papa Pablo II. La bilbaína María Mestayer de Echagüe (más conocida como Marquesa de Pariere) gran defensora de esta fruta, ponía en duda de la veracidad de esta versión y señalaba además: “…En cambio, Luis XIV  de Francia que murió a los setenta y ocho años, se tragaba cuantos melones le ponían delante y, un abuelo mío, que vivió hasta a los noventa y seis años, se comía de una sentada un melón enorme”.

Pero sin duda entre los mayores forofos que ha tenido de esta fruta se encuentra Alejandro Dumas (padre). Hay una anécdota que no tiene desperdicio: Un día, el célebre escritor recibió una carta del ayuntamiento de Caballón (donde se cultivan los mejores melones de Francia) en la cual le comunicaban que habían decidido crear una biblioteca compuesta de las obras de los mejores autores, y le  rogaban  a Dumas que les enviara dos o tres de sus  novelas. Así se expresaba entonces, al respecto, el autor de los Tres Mosqueteros: “Me pusieron en un aprieto. Yo tengo dos hijos y, puestos escoger, no sabría cual elegir, que mis libros todos me parecen buenos, pero que me parecían aun mejor los melones, así que me permitía hacerles la siguiente proposición: yo les remitía la colección completa de mis obras (alrededor de unos quinientos tomos), pero que ellos, a su vez, se comprometían a pagármelas en melones, a razón de doce al año mientras viviera, y que los melones serían verdes, (de color)”.

Y concluye así el escritor galo: “El Ayuntamiento de Cavaillon me contestó a vuelta de correo que mi proposición había sido aceptada por aclamación, votándome agradecidos esa renta vitalicia (probablemente la única que tendré jamás). Va para doce años que hicimos el trato, y no sé si es por casualidad o porque el alcalde, asesorado por sus concejales, los escoge entre los mejores para enviármelos, pero si puedo atestiguar que jamás los comí mejores, siendo mi anhelo que mis novelas gusten tanto a los de Cavaillon como a mi sus melones”.

Texto: Mikel Corcuera. Fotos: Eduardo Bueso. Texto y fotos: copyright.

Forolas en un día nublado en San Sebastiián. Foto: E. B.

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