Comedor del Gure Txokoa el jueves de la pasada semana (Foto: E. B.)
En esta ocasión regresamos a Guipúzcoa… pero no a su capital. Visitamos Zarautz.
De la mano de Mikel Corcuera, excelente amigo y uno de los mejores gastrónomos vascos, acudimos hace unos años al restaurante Gure Txokoa, no muy llamativo por su ubicación (situado en una calle interior… sin vistas al Cantábrico), pero con una gran cocina, en la cual se manifiesta con plenitud el arte culinario.
Este coqueto asador (cuyo expresivo nombre traducido al castellano significa “Nuestro Rincón”), posee cocina tradicional muy bien resuelta y se domina con perfección la parrilla y lo artesano (unido inexorablemente a la máxima calidad del producto).
El pasado fin de semana, aprovechando nuestra estancia en la cercana Guetaria, asistimos de nuevo a este templo de la gastronomía.
Joxe Mari Mitxelena (Foto: E. B.)
Los pilares de esta casa son sus patrones: el cocinero zarauztarra Joxe Mari Mitxelena poseedor de una dilatada experiencia en prestigiosos restaurantes, sobre todo de los más cercanos, como: Aitenetxe o Arguiñano. Y la natural de la cercana Orio, Elena Aizpurua, experta profesional de sala al frente del refinado servicio del comedor.
Elena Aizpurua, experta profesional de sala, atiende con simpatía y amabilidad. (Foto: E. B.)
Ofrecen platos como unos inmejorables hongos en su jugo con cebolla pochada, así como unas delicadas pochas estofadas con pletórica langosta del Cantábrico.
Hongos en su jugo con cebolla pochada. (Foto: E. B.)
Otro lujazo de plato el salpicón de bogavante -de los de verdad- con salsitas primorosas y pulpa de tomate de caserío. Inigualable el arroz caldoso con almejas (de la máxima calidad) en salsa verde que también se suelen oficiar con kokotxas de merluza.
Salpicón de bogavante. (Foto: E. B.)
La sopa de pescado de una honradez absoluta. Magníficos los chipironcitos de anzuelo, pescados en la madrugada anterior, casi vivos y oficiados “a lo Pelayo”, es decir con profusión de cebolla pochada y un toque incitante de pimiento verde.
Txipirones encebollados. (Foto: E. B.)
Y pescados a la parrilla para dar y tomar: besugo, rape, rodaballo salvaje o un rotundo y terso lenguado con un refrito emulsionado, muy suave gracias al sutil punto de ajo, (que es el que degustamos en esta reciente ocasión).
Lenguado parrilla. (Foto: E. B.)
Entre las carnes es, por supuesto, soberbia la chuleta a la brasa. Pero muy a tener en cuenta así mismo la paletilla de cabrito lechal al horno en su jugo, con fino puré de manzana y cebolla caramelizada y el tostón de cochinillo asado a baja temperatura. Tierno por dentro curruscante por fuera.
Postres ligeros, muy actuales. Y como el resto de ofertas, todos de pura artesanía. Tales como la sabrosa y sutil sopa fría de fresas con helado de yogurt o las esponjosas torrijas de brioche caramelizadas con helado de vainilla, la tarta fina de manzana (hecha al momento).
Torrijas de brioche con helado de vainilla. (Foto: E. B.)
Y sobre todo la original presentación de la tradicional cuajada de leche de oveja (elaborada en casa) cubierta por finas y hogareñas natillas.
Detalle de una zona del comedor del Gure Txokoa. (Foto: E. B.)
Una carta de vinos que cubre las expectativas con creces. Ofrecen además una interesante carta de infusiones. El servicio profesional y pleno de simpatía es un plus más de la calidad y de calidez de este magnífico asador zarautztarra.
Háganme caso. Si van a San Sebastián, a muy pocos kilómetros pueden comer igual o mejor que en la capital.
Detalle de la carta. (Foto: E. B.)
Texto y fotos: Eduardo Bueso (copyright).
Nota: las fotos que ilustran este reportaje corresponden a los dos visitas, por lo cual, algunos de los platos no figuran en la carta actual.
Comedor del Gure Txokoa. (Foto: E. B.)